
En nuestros días, estamos siendo testigos de una oleada de herejías satánicas que están confundiendo a la iglesia. Predicadores y pastores han distorsionado el mensaje del Evangelio, afirmando que para recibir sanidad, salvación o bendiciones de Dios, es necesario pagar, pactar o sembrar dinero.
La verdad es clara: la salvación no se compra, porque simplemente no está a la venta. La sanidad no tiene precio. La prosperidad no se consigue con dinero. Dios no necesita que hagas un pacto financiero para bendecirte o para obrar un milagro en tu vida. La salvación de tu alma y de tu familia es un regalo de gracia, “porque por gracia sois salvos” (Efesios 2:8).
La Simplicidad del Evangelio
Algunos líderes han creado un sistema de "encuentros" y "pactos" que, lejos de acercar a las personas a Dios, las atan con reglas humanas y financieras. Nos dicen que hay que asistir al pre-encuentro, al encuentro, al pos-encuentro y al reencuentro, pero lo que realmente necesitamos es ir al altar, a los pies de Jesús, y arrepentirnos de corazón.
La obra de Jesús en la cruz es completa y suficiente. Nadie puede perfeccionar lo que ya fue consumado en el Calvario.
¿Qué Hay de los Que No Tienen Dinero?
¿Acaso quienes no pueden pagar 50 o 100 dólares para asistir a esos encuentros no serán bendecidos? ¿Qué sucede con los hermanos que no tienen recursos para pactar o sembrar? La salvación, la sanidad y la bendición no están a la venta.
Esta falsa doctrina excluye a quienes más necesitan escuchar el verdadero Evangelio: los pobres, los oprimidos y los quebrantados. Jesús nunca condicionó sus milagros ni su gracia al dinero. Él vino a dar vida y a darla en abundancia, sin costo alguno.
Un Evangelio Mutilado
Hoy en día, ya no se predica sobre la segunda venida de Cristo, ni sobre las consecuencias del pecado, ni sobre la santidad que nos permite ver a Dios (Hebreos 12:14). Estos temas han sido reemplazados por psicología barata y mensajes centrados en el bienestar material. ¿Por qué? Porque hablar de santidad afecta los imperios económicos que muchos han construido en nombre de Dios.
Mientras algunos líderes presumen casas, autos y lujos, hay hermanos en sus propias congregaciones que viven en la pobreza extrema, a veces sin tener qué comer.
Un Llamado a la Verdad
Jesús mismo advirtió contra los mercaderes del templo que hacían negocio con lo sagrado. “Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones” (Mateo 21:13).
Es tiempo de volver al verdadero Evangelio, aquel que se centra en la cruz, la gracia, la santidad y la esperanza eterna. Dios no necesita tu dinero, necesita tu corazón.
¡Que se levante una iglesia que predique la verdad y que viva en humildad, justicia y fidelidad al mensaje de Cristo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario