Una regla fundamental al interpretar parábolas es centrarse en el mensaje principal que intentan transmitir. No es prudente intentar encontrar un significado profundo o simbólico en cada detalle incidental de la historia. Este error fue común entre los teólogos medievales, quienes a menudo dedicaban largas disertaciones a analizar minuciosamente aspectos secundarios de las parábolas, buscando significados espirituales o simbólicos en cada elemento, mientras ignoraban la enseñanza central. Este enfoque no solo desvía la atención del propósito del pasaje, sino que puede llevar a interpretaciones erróneas.
Las parábolas, aunque son deliberadamente metafóricas, no deben interpretarse como alegorías donde cada elemento tiene un simbolismo específico. Una parábola es principalmente una comparación o analogía presentada en forma de historia. Por ejemplo, frases como "El reino de los cielos es semejante a…" (Mateo 13:31, 33, 44-45, 52; 20:1; 22:2) introducen parábolas que ilustran verdades espirituales de manera sencilla y directa.