Si alguien me preguntara cuál es el versículo bíblico más malinterpretado, mi respuesta inmediata sería: Mateo 7:1. Este pasaje, que dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”, se cita con demasiada frecuencia y de manera incorrecta. Muchos lo usan como un escudo para evitar cualquier tipo de crítica o discernimiento, pero ¿realmente quiso Jesús decir que debemos abstenernos de todo juicio?
Para entender este versículo, debemos leerlo en su contexto completo:
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: ‘Déjame sacar la paja de tu ojo’, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:1-5).
El Contexto: Juzgar No Está Prohibido, la Hipocresía Sí
Al leer el pasaje completo, queda claro que Jesús no prohíbe juzgar. Más bien, denuncia el juicio hipócrita. Si alguien vive en pecado o actúa de manera inicua, ¿Cómo puede tener la autoridad moral para señalar las faltas de otro?
Jesús enfatiza que primero debemos examinar y corregir nuestras propias faltas. Solo entonces, con un corazón limpio y una actitud humilde, estaremos en posición de ayudar a otros a corregir sus errores.
El Mandato de Juzgar con Justo Juicio
Lejos de prohibir el juicio, la Biblia nos ordena a juzgar con discernimiento. En Juan 7:24, Jesús declara explícitamente: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Juzgar con rectitud no es pecado; al contrario, es un acto de obediencia a Dios. Ignorar esta responsabilidad es, en sí mismo, un pecado.
El mal uso de Mateo 7:1 ha llevado a muchos cristianos a rechazar todo tipo de juicio, eliminando así una parte esencial de la vida espiritual: la corrección fraterna y el discernimiento.
El Ejemplo de Jesús y los Apóstoles
Jesús mismo juzgó con severidad cuando fue necesario. Sus palabras contra los fariseos fueron contundentes: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!” (Mateo 23:13). De igual manera, los apóstoles no rehuían juzgar conductas o doctrinas erróneas:
- Pablo reprendió el caso de incesto en la iglesia de Corinto (1 Corintios 5).
- Pedro confrontó a Ananías y Safira por mentir al Espíritu Santo (Hechos 5).
En estos casos, el juicio no se hizo para condenar, sino para corregir, restaurar y proteger la pureza de la iglesia. Como dijo el predicador del siglo IV, Crisóstomo: “Debemos corregirnos unos a otros, no como enemigos que buscan venganza, sino como médicos que buscan sanar.”
La Necesidad de Juzgar en Tiempos de Herejías
En una época de creciente apostasía, la falta de discernimiento es peligrosa. Imagina que un pastor predica desde el púlpito una herejía, diciendo: “Dios no es Trino” o “Jesucristo no es Dios manifestado en carne”. ¿Qué harías? ¿Permitirías que se blasfeme la gloria de Dios y que la congregación sea llevada al error?
Dios nos llama a “examinarlo todo y retener lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). El discernimiento bíblico es nuestra defensa contra el engaño.
El Peligro de No Juzgar
Cuando dejamos de juzgar con justo juicio:
- Permitimos que la falsa doctrina prospere.
- Nos exponemos al error y al pecado.
- Desobedecemos el mandato de Dios de velar por la verdad.
Pablo advierte que, en los últimos días, muchos serán entregados a engaños porque “no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:12).
Conclusión
El juicio no es opcional para el cristiano. Sin embargo, debe realizarse con humildad, amor y basado en la Palabra de Dios. Juzgar no significa condenar, sino discernir y corregir para edificar a los demás y proteger la verdad del Evangelio.
Que nunca usemos Mateo 7:1 como excusa para la indiferencia o la complacencia. Jesús nos llama a juzgar con justo juicio, a examinarnos primero a nosotros mismos y a mantenernos firmes en la verdad. Recordemos: obedecer a Dios incluye discernir, corregir y proclamar la verdad con amor y valentía.
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