Uno de los mayores errores administrativos en tiempos de crisis es vivir "al día", sin prever el mañana. Algunos justifican esta práctica con una fe mal entendida, diciendo que "Dios suplirá". Sin embargo, actuar irresponsablemente con los recursos que Dios nos ha confiado no solo nos priva de su bendición, sino que nos hace responsables por nuestra mala administración.
Como cristianos, declaramos que Jesús es Señor de todo, incluyendo nuestros bienes. Tanto los recursos destinados a su obra como los que usamos para vivir son administrados en su servicio. Por ello, incluso el dinero que no se destina al diezmo debe manejarse con fidelidad, reconociendo que todo pertenece a Dios.
En Lucas 16, la parábola del mayordomo infiel nos enseña la importancia de administrar sabiamente los recursos. Aunque este mayordomo fue infiel, el Señor lo elogió por su sagacidad al buscar una solución para mitigar el daño, aprendiendo a tomar decisiones prudentes incluso en una situación crítica. En contraste, la parábola del siervo injusto (Mateo 18:23-35) muestra cómo la falta de compasión y la avaricia agravan la irresponsabilidad administrativa.
La enseñanza es clara: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel” (Lucas 16:10). Nuestra fidelidad en lo poco determina nuestra capacidad para administrar más. Muchas veces, abusamos de lo ajeno más que de lo propio, perdiendo así bendiciones que podrían prosperar en la obra de Dios.
Planificando sabiamente
La historia de José y el Faraón en Génesis 41 ilustra la importancia de prever. Los siete años de abundancia seguidos de siete de escasez llevaron a José a implementar un plan que salvó a Egipto y a su familia. Esta estrategia, inspirada por Dios, nos recuerda que debemos hacer provisión para los tiempos difíciles.
La Biblia nos advierte de "tiempos malos" (Mateo 24:7; Efesios 6:13), y debemos ser prudentes, como las vírgenes sabias, administrando recursos y ahorrando para emergencias. Proverbios 15:6 dice: “En la casa del justo hay gran provisión”, y aunque enfrentemos crisis, Dios promete cuidar a los justos (Salmo 37:25). Sin embargo, debemos evitar dos extremos: el descuido por no ahorrar y la ambición de acumular excesivamente.
Un fondo de emergencia es esencial. Por ejemplo, si ganas $1,000 al mes, aparta $20 para ahorrar hasta alcanzar un fondo equivalente a dos meses de salario. Este fondo debe usarse solo en emergencias y reponerse rápidamente. Este hábito evita deudas y brinda tranquilidad en momentos críticos.
Haciendo ajustes económicos
A menudo decimos que no podemos ahorrar porque nuestros ingresos no alcanzan. Sin embargo, ajustar el estilo de vida y priorizar puede generar ahorros significativos.
Alimentación: Comer de forma nutritiva no significa gastar más. Sustituye comidas costosas por opciones económicas y saludables, como legumbres y verduras de temporada. Reducir el consumo de carne, evitar comidas fuera de casa y aprovechar las sobras puede ahorrar hasta un 30% del presupuesto.
Vestimenta: Compra ropa según la necesidad, no por moda. Aprovecha descuentos de temporada y cuida lo que tienes para prolongar su uso. Si los recursos son limitados, considera ropa de segunda mano o donaciones, dejando de lado el orgullo.
Gastos superfluos: Reduce o elimina gastos innecesarios como el uso excesivo del teléfono, entretenimiento costoso o compras impulsivas. Prioriza lo esencial y da mantenimiento a tus bienes antes de reemplazarlos.
Servicios básicos: Usa luz, agua y teléfono con moderación. Adopta prácticas como focos LED y evita el desperdicio de agua. Estas acciones pueden reducir significativamente los costos mensuales.
Conclusión
Planificar y administrar bien nuestros recursos no solo nos prepara para tiempos de dificultad, sino que también permite prosperar y bendecir a otros. Un fondo de emergencia sólido puede ayudar tanto a las familias como a las iglesias a enfrentar crisis financieras. Al hacerlo, podemos confiar en las promesas de Dios, sabiendo que siempre cuidará de los justos y proveerá en toda necesidad.


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