Como resultado de la conversión a Jesucristo, los nuevos discípulos se entregaban de manera absoluta a ese señorío, desprendiéndose de sus bienes, para formar una comunidad de creyentes donde reinaba la igualdad y la solidaridad.
¿CUÁL ERA LA TÉCNICA DE EVANGELISMO EN LA IGLESIA PRIMITIVA?
Consistía en reproducir el principio aprendido de Jesús, que se basaba en hacer discípulos, formándolos en el conocimiento de la Palabra y forjando en ellos un carácter cristiano. La esencia del llamado bíblico en la iglesia apostólica era negarse a sí mismo, estar dispuesto a sufrir y obedecer todo lo que la Palabra ordenaba. La técnica de evangelismo era sencilla: no había grupos musicales, ni de arte, ni edificios, ni estructuras complejas, ni métodos persuasivos, ni biblias o himnarios.
Solo contaban con los pergaminos de los salmos y seguían el modelo apostólico. Predicaban en las plazas del templo y enseñaban en las casas, reuniéndose en lugares no determinados para compartir la comunión entre los santos. El culto general estaba destinado únicamente a la edificación de los discípulos.
¿QUÉ SIGNIFICA CUANDO DICE QUE PREDICABAN EN EL TEMPLO?
No se refiere a que los cristianos tuvieran un templo propio. No tenían un edificio, sino que acudían a la plaza frente al templo de Jerusalén para proclamar el evangelio al aire libre. Para entenderlo mejor, podemos hacer una comparación. En casi todas las capitales latinoamericanas, donde el catolicismo romano se estableció, hay un parque central con una catedral.
Ese parque o plaza frente al templo es el punto de referencia para medir distancias hacia diferentes lugares del país, y es donde la gente se reúne para vender, compartir, pasear o predicar. De la misma manera, la iglesia primitiva iba a la plaza frente al templo de Jerusalén para predicar el evangelio, y aquellos que se convertían eran llevados a las casas para ser adoctrinados y bautizados.
¿CÓMO PUDIERON ADOCTRINAR A 3,000 PERSONAS QUE SE CONVIRTIERON EN PENTECOSTÉS?
Una vez adoctrinados en las casas, los nuevos creyentes eran llevados a la iglesia, que se reunía en lugares no determinados, ya que los cristianos vivían bajo constante persecución, tanto de los judíos radicales como de las autoridades romanas, y no podían realizar cultos de manera pública.
Es importante notar que a los cultos no podía entrar cualquiera, sino solo aquellos que eran llevados por otro discípulo. Este fue el problema que enfrentó el apóstol Pablo cuando intentó unirse a los discípulos en Jerusalén: no lo aceptaron hasta que Bernabé lo presentó. Esto refleja que los cultos con los apóstoles no eran abiertos a todo el mundo, sino solo para los discípulos que habían sido previamente adoctrinados. Esta actitud de no recibir desconocidos en los cultos se debía a la persecución que existía en esa época.
LA ESPONTANEIDAD EN LA IGLESIA PRIMITIVA
Uno de los elementos predominantes en la iglesia primitiva era la espontaneidad. No había manipulación ni una persona que dictara lo que se debía decir o cantar. Todo se hacía de corazón, porque todos compartían un mismo sentir y seguían una misma regla. Los principios de la Palabra estaban bien definidos en el credo apostólico: un Señor, una fe, un bautismo. El amor fraternal no surgía de una manipulación psicológica, sino de un amor ágape, profundo, que llevaba a los creyentes a ayudarse mutuamente.
En el concepto teológico de la iglesia primitiva, Dios no estaba limitado a un edificio llamado iglesia, porque la iglesia era la unidad de dos o tres creyentes reunidos en el nombre de Jesús, sin importar el lugar donde estuvieran. El apóstol Pablo define claramente la presencia de Dios en su discurso en el Areópago de Atenas, afirmando que el Dios que él predicaba no habitaba en templos hechos por manos humanas, un principio basado en la enseñanza de Jesús cuando le dijo a la mujer samaritana: "La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Juan 4:23).
LA INMEDIATEZ EN LA IGLESIA PRIMITIVA
Todo ocurría de manera inmediata. Los bautismos se realizaban justo después de la conversión. No había liturgias complejas ni protocolos para ser parte del cuerpo de Cristo. La unidad era tan perfecta que cuando un miembro sufría, todos lo sentían con él[15]. Por eso, la unidad eclesiástica se describe como la de un cuerpo biológico, estableciendo el principio de la interconexión entre los miembros, un concepto que desmantela el centralismo arraigado en la estructura de la iglesia evangélica actual.
EL PRINCIPIO DE LA AYUDA MUTUA
La iglesia no era un orfanato, sino una unidad de dependencia y ayuda mutua, donde cada miembro sabía a quién acudir en momentos de crisis. No había un pastor absoluto, sino un grupo de ancianos que compartía la carga del ministerio, permitiendo que los hermanos administraran los aspectos materiales de la obra y dedicando la mayor parte de los recursos a atender las necesidades espirituales de las iglesias y a expandir el evangelio. No existían títulos, pero sí entrega y compromiso, y todo se hacía de manera espontánea.
No había una estructura rígida, pero todo se realizaba en orden.
Cada uno transmitía la enseñanza que recibía de su maestro, lo que resultaba en la formación de discípulos, pastores y ministerios. Los pastores no tenían el monopolio de los dones; cualquier hermano lleno del Espíritu Santo podía ministrar cualquiera de los nueve dones del Espíritu, los cuales operaban según la necesidad y las circunstancias.
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS RECURSOS
Los ingresos de la iglesia no se manipulaban según los caprichos de los líderes, sino que se usaban correctamente, de acuerdo con el propósito establecido. Cuando alguien actuó de manera deshonesta, como en el caso de Ananías y Safira (Hechos 5:1-6), el juicio de Dios cayó sobre ellos.
Tampoco se permitía hacer mercadería del evangelio, y cuando alguien intentó comprar la bendición de Dios, el juicio vino sobre su vida, porque la Biblia prohíbe hacer negocio con la Palabra de Dios (ver Hechos 8:9-13). El punto estratégico de crecimiento de la iglesia primitiva, además del evangelismo exterior, radicaba en las casas, donde se llevaba a cabo la columna vertebral del trabajo de la iglesia: adoctrinar a los nuevos discípulos.
REFLEXIÓN FINAL
Al comparar la iglesia primitiva con la iglesia moderna, es evidente que estamos muy lejos de vivir como una iglesia sana en un mundo contaminado por metodologías humanas que han convertido el evangelio en un mensaje lleno de motivaciones, manipulaciones y ofertas superficiales, donde la atracción predomina sobre el compromiso y la entrega. Lamentablemente, la iglesia moderna ha perdido el rumbo en los últimos 50 años, y parece que nos encaminamos hacia la apostasía. Es triste pensar que quizás no veremos la resurrección de estos principios bíblicos en la iglesia actual.
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